La vocación por la medicina veterinaria puede ser muy variable, pero se sostiene en una base común. Tiene que ver con aquellos a quienes consideramos pacientes.
Pero, ¿Que es un paciente? Paciente significa enfermo que sigue un tratamiento respecto a un medico. A mi parecer es más que eso, es “alguien” que necesita nuestras habilidades para seguir su vida.
Bajo este concepto nuestros pacientes no son objetos; un paciente tiene vida, un objeto no la tiene.
Pues bien, según lo mencionado seguimos a la perfección este criterio cuando se trata de animales de compañía, pero, ¿que pasa con aquellos que llamamos “Animales de producción”?, ¿Los tratamos a ellos realmente como pacientes?, ¿consideramos que están dotado de vida? Son preguntas que debiéramos hacernos, puesto que, esta directamente relacionada con nuestra vocación y según debiéramos saber estos animales de producción tienen más características de seres sintientes que de cosas.
Para quienes tengan la duda, es suficiente con buscar en sus apuntes de anatomía o fisiología allí se darán cuenta que definitivamente no son cosas.
Entonces me pregunto ¿Que paso con nuestra vocación hacia los seres sintientes no humanos?, creo con certeza que si buscamos en nuestro interior y nos preguntamos si nuestros principios, sueños y anhelos de vida, se relacionan con permitir o simplemente avalar quedándonos inmóviles, el confinamiento, la privación de libertad, la cosificación de seres sintientes.
La respuesta sincera, es no.
No practiquemos esta hermosa profesión que sin duda se relaciona con “Vida” de una forma mecánica, dejemos salir aquellos anhelos que nos llevaron a elegir este camino.
Recordemos que amamos a los animales, la vida, que rompimos en llanto cuando nuestro primer animal de compañía, nuestro amigo tuvo que marchar, que nuestro corazón se apretó cuando tuvimos que presenciar el maltrato y la muerte de un animal no humano en matadero, que sentimos contradicción cuando su cuerpo sin vida cayo al suelo.
Se muy bien que si miramos en nuestro interior nos daremos cuenta que esto no tiene nada que ver con nuestro principios y valores.
Dejemos el miedo y las estructuras que nos han impuesto, manifestemos libremente el horror que nos invade el ver sufrir un ser sintiente sea este, gallina, vaca, caballo, gato o niño.
Sabemos muy bien que esa mirada nos acusa no solo por avalar su tortura sino por que sabemos que hemos dejado que nos arranquen nuestros sueños de libertad e igualdad que esperábamos cuando niños.
“No somos dueños de este planeta solo formamos parte de el, al igual que las demás especies”
Espero que cuando nuestros nietos nos pregunten, cual fue nuestro rol, frente a la matanza masiva de seres sintientes, nosotros podamos responder que seguimos nuestro corazón.
Patricia Vargas
Activista de enraiz-arte
jueves, 11 de septiembre de 2008
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